lunes, 13 de diciembre de 2010

LA APARIENCIA SÍ IMPORTA

Se suele decir que el periodo más crítico cuando se conocen dos o más personas o nos presentamos ante un público son los cinco primeros minutos. Lo que se percibe en ese breve lapso de tiempo tiende a persistir. Si esa primera impresión es positiva, hay mucho terreno ganado; si es negativa, para reconducir la situación, se necesitará tiempo y esfuerzo.

Por otro lado, si bien la primera impresión es capital para el establecimiento de relaciones fructíferas, la “última” es también relevante. Al cierre de una reunión, al finalizar un acto social en fin al despedirse, una actitud positiva y afable produce en los demás ganas de continuar esa relación.

La buena presencia, la imagen que se proyecta se puede definir como "algo de naturaleza visible o concreta". No significa belleza o apostura, implica algo más. La buena presencia se refiere al porte, aspecto y apariencia de una persona. Realmente, una buena presencia que comunique lo mejor de uno mismo, implica encontrar el equilibrio apropiado.

El porte, la imagen personal óptima no se consigue con ropa cara o accesorios ostentosos, tampoco, adoptando actitudes histriónicas. Se trata de lograr una armonía tanto interna como externa. Es una forma de comunicación no verbal. Un atuendo inadecuado puede provocar un sentimiento de exclusión en un acto profesional o social. Por el contrario, un atuendo adecuado para la ocasión aporta mayor seguridad, adaptación y aceptación socio-profesional.

La expresión "Imagen Personal" es mucho más amplia que el simple concepto de vestido, pues hace referencia también al conjunto de rasgos físicos, gestos, movimientos, tono de voz, estilo al caminar, forma de mirar, etc. imagen personal equivale en este sentido a estilo o tono vital.

Cuando una persona se presenta, mucho antes de pronunciar una sola palabra, ha transmitido ya a los demás gran cantidad de datos e ideas. Aunque no se sea consciente de ello, todo el mundo proyecta su personalidad a través de la imagen.

Quizá lo primero que se ve en la gente, aparte del aspecto personal, la expresión facial y la forma de moverse. Si los movimientos y gestos son pausados y naturales, la imagen que se proyecta es armónica, equilibrada y segura.

El cuerpo y la expresión de la cara revelan más de lo que algunas veces se quiere. Reflejan lo que interiormente se siente y no se dice. A veces, el comportamiento no verbal contradice lo que se quiere expresar a través de la palabra. Por ejemplo, una persona que normalmente es pasiva y sumisa y trata de demostrar toda la autoridad de la que es capaz en lo que dice y en el tono de voz que utiliza, mientras que la postura del cuerpo y la indecisión de sus gestos, hace que resulte poco creíble.

La comunicación no verbal de carácter visual es muy importante. Con los ojos se dicen muchas cosas. De la intensidad, la duración y la decisión de la mirada, el lugar donde se mira y como se mira podemos deducir una serie de cosas.

Por ejemplo, si en un lugar público dos personas se miran fijamente, una simple observación nos permitirá saber si se trata de una pareja que se mira con arrobo o son dos personas que se están evaluando en medio de una disputa o si por el contrario, se trata de una conversación en la que ambos están sumamente interesados.


Las personas se miran más cuando simpatizan entre sí, cuando dicen la verdad y saben de qué hablan.
R.L. Birdswhistell


El entorno cultural tiene una gran importancia con respecto a fijar más o menos la mirada en los otros. Los árabes acostumbran a mirar fijamente al interlocutor en el curso de una conversación. En cambio, en muchos países de Oriente, se considera de mala educación mirar fijamente y a los norteamericanos les resulta extraño que una persona le mire mucho mientras hablan aunque se inquietarían si ésta no les dirige la mirada al hablar.


Mención aparte merece todo lo referente al espacio personal que se define como el espacio que rodea a cada ser humano. El término proxemia fue introducido por el antropólogo Edward T. Hall en 1963 para describir las distancias que establece el ser humano al relacionarse con otros, ya que el modo en que el hombre utiliza este espacio o territorio influye en su capacidad de relacionarse con otros, de sentirnos cercanos o lejanos. Se trata de una burbuja imaginaria en la que cada uno nos sentimos seguros y que se amplia o disminuye según las circunstancias.

El Dr. Hall subdividió esas necesidades en un intento de estandarizar la ciencia proxémica, estableciendo cuatro zonas distintas en la que mayor parte de los hombres actúan. Las clasificó del siguiente modo:


Zona íntima (15 a 45 centímetros).
Sólo acceden los padres, el cónyuge y/o el amante, los hijos, los amigos íntimos y los parientes. Hay una subzona que llega hasta unos 15 centímetros del cuerpo y a la que otra persona puede llegar sólo mediante el contacto físico: es la zona íntima privada.

Zona personal (entre 46 centímetros y 1,22 metros).
Es la distancia que separa a las personas en una reunión social, o en la oficina, y en las fiestas.

Zona social (entre 1,23 y 3,6 metros).
Es la distancia que separa a los extraños: la calle, el fontanero o el carpintero que hace reparaciones en casa, el cartero, los proveedores, el nuevo compañero en el trabajo o la gente que no se conoce bien.

Zona pública (a más de 3,6 metros).
Es la distancia cómoda para dirigirse a un grupo de personas, como es el caso de los políticos, conferenciantes y profesores.
Sin embargo, estas zonas tan claramente diferenciadas varían en cuanto a la distancia establecida según el entorno social y cultural. También tiene una gran influencia el sexo. La investigación en comportamiento no verbal ha demostrado en nuestra cultura y en otras (quizá la mayoría), que la Proxémica varía mucho según las relaciones sean entre hombres o entre mujeres.

La noción de espacio es muy diferente para las distintas culturas. De nuevo es Hall quien establece el orden siguiente entre diferentes grupos étnicos, teniendo en cuenta la percepción territorial.

Los árabes, mediterráneos (y los latinoamericanos por razones étnicas y de herencia) y africanos pertenecen a culturas de contacto, mientras que norteamericanos, escandinavos, anglosajones y asiáticos pertenecen a culturas en las que por razones diversas se rehuye el contacto y el espacio personal o burbuja es más amplio.

Esta diferente percepción del espacio personal entre las distintas culturas suele ser fuente de malentendidos e incomprensión. Por ejemplo, en la Europa mediterránea, el tocar al interlocutor es una forma más de comunicación, en realidad se trata de captar su atención. La misma distancia y actitud hacia un japonés o un americano puede resultar ofensiva y en lugar de captar su atención, se producirá una postura de rechazo.

En una misma cultura también se establecen diferencias de distancias entre sexos, posición jerárquica y entre edades.

Las buenas maneras, la presentación personal, el lenguaje verbal y no verbal, el respeto de patrones culturales, las posturas, gestos y la expresión facial tienen gran importancia en la comunicación.

En general, las cuestiones que se exponen a continuación son aplicables a todos los ámbitos de nuestra vida pero cobran especial relevancia en el entorno de la empresa:

La buena presencia, el ser y sentirse agradable a la vista de los otros, hace a las personas más seguras de sí mismas, lo cual mejora en gran medida su desarrollo personal, profesional y social.

Cuanto más prominente sea la posición que se ocupe en una organización, tanto mayor será la importancia de proyectar una imagen profesional intachable.

Las buenas maneras, el protocolo social y la etiqueta en el mundo de los negocios está empezando a penetrar con fuerza como una herramienta más de la estrategia empresarial.

Extraído del libro de M. Claudia Londoño “Cómo Sobrevivir al Cambio: Inteligencia Emocional y Social en la Empresa” editado por FC Editorial

1 comentario:

  1. ¡Muy buen articulo! lo estuve leyendo y aplicando y creo que en su mayor parte es verdad.

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